miércoles, 14 de noviembre de 2018

Don Bruno Peperulo - Capítulo 5




- Capítulo 5 -


Esa fresca mañana se encontraba el castigado herrero sentado frente a su acogedora chimenea recuperando fuerzas. Mientras el viento frío soplaba en el reino, Bruno disfrutaba de calentarse el cuerpo con una sabrosa y caliente infusión mientras admiraba el ir y venir de las llamas. El relajante sonido de la leña ardiendo le servía para relajarse, y la exquisita sopa de remolacha y huevo que se había preparado en esta oportunidad le traía lucidez para elaborar un nuevo plan.




- Eso de ser un enemigo del reino no me trajo buenos resultados - pensaba - De hecho, reconozco que fue una muy mala idea.
- Mi plan de infiltrarme en la fiesta fue casi un éxito. Estuve a metros de entrar al castillo. Casi pude saborear el triunfo, mas un pequeño descuido terminó por dejarme sin poder sentarme por varios días.
- Sólo me queda una oportunidad, y se trata de pedir una cita de comercio – Si Don Bruno entendía poco de guerras y fiestas reales, menos aún comprendía los gajes del comercio.
- Tendré que volver a disfrazarme y acercarme al castillo para averiguar un poco más del tema. Esta vez no cometeré más errores. ¡Voy a desarrollar el plan perfecto!

A la mañana siguiente, y con un disfraz completamente renovado, (compuesto por un sombrero de paja y una tupida barba desprolijamente pintada con carbón) Bruno se dirigió hacia la puerta del castillo en busca de información acerca de las citas comerciales con el Rey.

Al llegar, improvisó un exagerado y sobreactuado caminar, intentando demostrar seguridad y confianza. Así supuso Bruno que actuaría cualquier importante comerciante.

Además de la barba y el exagerado caminar, su nuevo disfraz iría acompañado de un lenguaje tan complicado y extravagante como incoherente, dado que había comprobado en la fiesta que eso le brindaba cierta ventaja al confundir al enemigo.

- Hola, mi talambante compañero. Soy el importante, impactante y laxante mercader Manolo Vendotodo. Me gustaría comerciar y paparruchear con el reino - Se presentó ante el guardia de turno que custodiaba la entrada, quien lo miró lentamente de arriba a abajo.
- Buenos días señor Vendetodo – lo saludó éste, serio y con firmeza - Le advierto que, debido a recientes incidentes transcurridos en la última fiesta real, los servidores del Rey tenemos órdenes de apresar a todo aquel que utilice palabras complicadas para comunicarse con nosotros.

- Ups… -  se preocupó el supuesto comerciante - Me parece que acabo de provocar el inicio del decaimiento del lenguaje
- ¿Cómo dijo?
- Que, si acá hay viento, me voy de viaje - se corrigió enseguida, antes de caer preso por su vocabulario.
- ¿Y qué es lo que quiere comerciar con el reino precisamente, señor Vendotodo? – volvió el guardia al tema original de la conversación.

Una vez más, y como de costumbre, la pregunta del guardia lo había tomado por sorpresa. Después de todo se había acercado al castillo en busca de información, sin más ideas que su disfraz y su inútil vocabulario extravagante.

- emmm… Tengo baldes. Muchos baldes - contestó orgulloso.
- Al reino no le hacen falta baldes por el momento. Muchas gracias por acercarse - Lo despidió el guardia y retomó su postura de estatua. Pero Manolo Vendotodo no se rendía tan fácilmente.
- ¡Momento! También tengo muebles viejos.
- No precisamos, gracias.
- ¿Y algunos no tan viejos?
- No
- ¿Calzones? - siguió insistiendo Bruno.
- No
- ¿Pantuflas de osito?
- No
 -Parece usted un disco rayado.
- ¿Cómo dijo?
- Si le apetece a usted queso rallado –
se corrigió Bruno
- No

Bruno hizo una pausa, porque sintió que se estaba quedando sin ideas, y la negociación parecía no avanzar mucho.

- ¿Pero cómo es que sabe usted lo que el castillo necesita y lo que no? - le preguntó desconcertado al guardia - Ni siquiera entró a preguntar
-Lo que ofrece usted, señor Vendetodo, no son productos de comercio tradicionales, De todas formas poseo un listado de algunos artículos que el castillo necesita
-  le informó el guardia, señalando un pergamino que mantenía escondido en una bolsa de tela que llevaba colgada en su hombro - justamente para casos como éste.
-mm... ya veo - asintió Bruno, pensativo, frunciendo el entrecejo y rascándose el mentón - ¿Puedo ver esa lista?
-No
-Por favor....
-No
-Porfis....
-No

El supuesto vendedor se tomó nuevamente unos segundos para analizar la situación, la cual no parecía estar rindiendo muchos frutos.

- Tengo que hacerme de ese listado, de alguna forma. Cueste lo que cueste - pensó.
- Bueno, muchas gracias por su ayuda, caballero, que tenga usted un excelente día - se despidió Bruno desilusionado por la poca predisposición del guardia para ayudarlo a lograr su objetivo, aunque ansioso por volver a su hogar y buscar la manera de obtener ese pergamino.
- Pase usted y eche un vistazo al letrero de bienvenida que el castillo a colocado para los visitantes – le recomendó el guardia al disfrazado Bruno, quien hizo caso omiso de aquellas palabras y se retiró lentamente.
- ¿De que me sirve a mi una bienvenida si no me van a dejar entrar a tomar el castillo? – pensó el herrero mientras se alejaba de la fortaleza

Una vez de vuelta en el hogar, el señor Peperulo se preparó una ensalada de huevo, un fresco jugo de remolacha, y enseguida se puso a dar vueltas y vueltas a la espera de que las brillantes ideas se hagan presentes. Y, a decir verdad, las mismas no se hicieron esperar.

Entre todos los cachivaches que Don Bruno guardaba en su casa, mientras daba vueltas se topó con una vieja caña de pescar, obsequio de su padre, el cual venía acompañado como siempre de sabias palabras y emotivos recuerdos.

"Bruno, hijo mío - recordó el herrero las palabras de Don Evaristo Peperulo - Has cumplido ya doce años, y creo que es momento que te enseñe dos cosas que te serán muy útiles en la vida. Hoy aprenderás a pescar, para que nunca falte el alimento en tu mesa, y a dejar los pañales, para que puedas moverte cómodo y te sientas más libre"

Al tomar la caña, no sólo recordó aquel hermoso momento, sino que también obtuvo una idea.
Con algo de práctica, y desde un lejano y seguro escondite, podría pescar el pergamino que el guardia llevaba en su bolsa. Si bien el plan tenía sus riesgos, en el poco probable caso de ser descubierto podría simplemente soltar la caña y salir corriendo o esconderse.
El plan parecía ser aprueba de fallos. Sólo restaba buscar ése perfecto escondite, y para eso, le fue de ayuda otro sabio concejo de Don Evaristo.

"Hijo mío - parecía siempre comenzar sus frases - siempre recuerda mis palabras. Si en algún momento debes esconderte de algún guardia real, por ser descubierto al intentar robarle con mi caña de pescar un pergamino con información ultra secreta, por poner un ejemplo cualquiera, un árbol siempre resulta ser un buen escondite."

Lejos de pensar en treparse a un árbol y ocultarse entre el ramaje y las hojas de la copa, lo cual pareciera ser una buena idea, bajo el efecto del jugo de remolacha y como si compitiese por el trofeo a la idea más disparatada, Don Bruno interpretó el concejo de su padre como pudo.

- ¡Lo tengo! ¡Voy a disfrazarme de árbol! ¡De esa forma podré acercarme al guardia sin ser visto, y tomar el pergamino!

Al parecer, tantos golpes le estaban aflojando los tornillos al buen Bruno, pues su idea parecía ser algo descabellada. Mas el herrero estaba dispuesto a intentarlo todo con tal de lograr su propósito.
Desde la idea más brillante hasta el plan más ridículo.

Y así fue como esa misma tarde salió al bosque en busca de materiales para su disfraz.
Juntó ramitas, hojas, cortezas, y hasta algunos frutos, y con mucha paciencia se elaboró un original disfraz de árbol. El mismo resulto ser el disfraz más disparatado que se haya visto jamás. Su horripilante vestido de fiesta había resultado una obra de arte al lado de este nuevo mamarracho.
 Más que un árbol del bosque parecía un espantapájaros alcanzado por la furia de un tornado, o un muñeco de madera atropellado por una estampida de toros.

- Me parece que con este disfraz no voy a engañar ni a un sonámbulo - pensó, y con mucha razón.
Desilusionado miró a su alrededor en busca de nuevas ideas, pero nada parecía servirle de ayuda.

- Si tan sólo tuviese aquí mi fuente de inspiración. Necesitaría ahora mismo un rico huevo duro con jugo de remolacha. O remolacha dura con jugo de huevo, o una remolacha ahuevada con jugo duro, o un huevo relleno de remolacha con...

Y entonces se encendió esa antorchita de ideas que no paraba de elaborar planes cada vez más alocados.

- ¡Santos Huevos Rellenos! ¿Qué tal si en lugar de disfrazarme de árbol, el árbol estuviese relleno de mí?

En ese momento ni el mismísimo Bruno entendía sus extraños pensamientos pero, aunque no lo pareciera, un nuevo plan estaba en desarrollo.

- ¡Claro! ¡Un árbol relleno de mí! Sólo tendría que talar un árbol, quitarle el relleno, ahuecarlo, y entonces podría yo esconderme dentro de él. ¡Y así obtendría el más perfecto disfraz de árbol de la historia!



Sin perder un segundo más de valioso tiempo, fue a su hogar en busca de un hacha, luego de vuelta al bosque, y allí buscó el árbol más adecuado para ahuecar y enseguida comenzó a talarlo.

No habían pasado ni cinco hachazos, que de entre los árboles y arbustos del bosque, por un caminito de piedras, un niño apareció saltando y cantando. Al verlo al señor Bruno trabajando con el hacha, se detuvo a su lado a contemplarlo.





- Hola - saludó inocentemente el niño al cabo de unos minutos de verlo sacudirle hachazos al pobre árbol.
- Hola - le respondió el herrero, sin mucha más conversación.

Se oyeron algunos hachazos más hasta que el niño volvió a romper el silencio.

- ¿Qué está usted haciendo, señor?

Con los brazos cansados, Don Peperulo hizo una pausa, apoyó el hacha en el suelo y miró al niño.

- ¿No tienes nada mejor que hacer niño? La verdad es que estoy muy ocupado.

El pequeño respondió moviendo la cabeza de un lado a otro.

- ¿Está cortando el árbol, señor? - preguntó luego.
- Noooo. Resulta ser, pequeño infante, que el bosque le está dando arbolazos a mi hacha - Le respondió Bruno al niño, esperando que éste lo dejara trabajar tranquilo, y prosiguió luego con su tarea.
- A mi me parece que se encuentra usted tratando de cortar ese árbol - insistió el pequeño, pero Bruno decidió ignorarlo para concentrarse en su trabajo.
- Si, si. Qué bueno, qué bueno - Le respondió sin darle mucha importancia a sus palabras.
- Le voy a contar a mi mamá lo que usted está haciendo - amenazó el niño, recibiendo la misma o inclusive menos atención que antes.
- Muy bien niño, muy bien. Me alegro mucho - fue la respuesta del señor Peperulo.


Entonces luego de algunos hachazos más, así como había llegado, el niño prosiguió su camino saltando y cantando, desapareciendo en la espesura del bosque.

-Ay, ay, ay. Estos pequeños, con sus juegos y sus preguntas, ¿Quién sabe qué inocente travesura estará planeando? – se preguntó el herrero.

No pasaron ni cinco minutos de aquel episodio, que un grupo de diez o quince señoras, al grito de "¡Salven al bosque!" Y "¡Cuidemos el planeta!", todas ellas armadas con carteras medievales, repasadores, cucharones de madera, palos de amasar y otras peligrosas armas caseras, rodearon tan rápidamente al distraído Bruno que éste no tuvo tiempo de entender lo que sucedía.

- ¿Que pasa señoritas? ¿No tienen nada que hacer? ¿Algo que barrer o cocinar? Estoy muy ocupado ahora - Protestó Bruno, enfureciendo aún más al grupo de señoras.
- ¿Tiene usted permiso para talar en el bosque, señor? - preguntó quien  parecía ser la mayor del grupo, mientras le propinaba un repasadorazo en la oreja.
- ¡Señora, por favor! ¿Por qué no se va a enderezar bananas y me deja trabajar tranquilo? - se quejó Don Bruno, quien comprendió que aquel inocente joven se había encargado de denunciarlo ante aquel alborotado grupo de damas
- ¡No tiene permiso! - gritó otra señora, quien tomó su palo de amasar y le amasó el coco de un palazo.
- ¡Señoras, por favor! ¡Estoy trabajando!
- Si no deja de talar ese árbol ya mismo, voy a llamar al guarda parques real ¡Y él se va a ocupar de usted!

La verdad era que Bruno no tenía el gusto de conocer al tal guarda parques, pero de seguro se trataba de otro gigante de esos de los que se estaba acostumbrando a recibir palizas.

- ¡No, no! ¡Es que ustedes no entienden! - se apresuró a detenerlas, mientras miles de ideas corrían por su cabeza para intentar salir de aquel embrollo sin más chichones.
- Es que quiero construir un.... un... ¡Un comedor para niños!
- Para eso necesita permiso del Rey, señor - Le informó la señora con el cucharón de madera.
- Pero.... es el comedor de.... ¡De una iglesia!
- También necesita permiso del Rey para eso – se le notificó.
- Pero.... la iglesia es... es... ¡Para otro reino! – Con sus improvisadas excusas, Don Bruno no sabía si estaba realmente defendiéndose o se enterraba aún más.
- ¡Pero los árboles que está talando son de éste! - Se quejó una señora que llevaba una escoba.
- ¡Se acabó! – terminó abruptamente la conversación la señora con el palo de amasar - ¡Vamos a informarle al guarda parques!

Tras aquellas palabras, el grupo de señoras dio la vuelta y comenzó a marchar hacia la casa del cuidador del bosque.

- ¡Esperen! - gritó Bruno desesperado - No quería decir nada al respecto, pero... el rey no puede saber de esto porque... porque...
- ¿Por qué? - le preguntaron al unísono las intrigadas señoras.
- ¡Porque es una sorpresa! - Una vez más, las ideas de Bruno lo habían salvado en el último segundo, aunque eso significara más problemas en el futuro.
- ¿Es acaso un regalo para su cumpleaños? - Preguntó la más corpulenta de las mujeres, emocionada y entusiasmada con la noticia.
- Eh… Si, si... Claro que sí. Se trata de un obsequio para cumpleaños - respondió el señor Peperulo, aliviado de haber resuelto el problema.
- ¡Qué emoción! – exclamó la señora con la escoba - Yo soy miembro del comité de fiestas reales ¡Y ya quiero saber de qué se trata esa sorpresa!
- ¡En cuanto lo tenga terminado se lo muestro! - replicó el enemigo del reino, simulando la misma emoción y entusiasmo que parecía tener la organizadora de fiestas, aunque lamentándose por verse nuevamente envuelto en aquellas locas y peligrosas fiestas reales.
- Y… ¿Cuándo cumple el rey? - Preguntó luego, para terminar de entender en qué problema se estaba metiendo. Al sospechar que el desautorizado leñador se encontraba mintiendo acerca del regalo, la corpulenta organizadora preparó instantáneamente un escobazo para noquear al señor Peperulo.

- ¡Perdón, perdón! - se disculpó Bruno por su pregunta para evitar la golpiza – Sucede que, por tanta emoción ante semejante evento, perdí la noción del tiempo.
La señora entonces bajó su escoba, y nuevamente con entusiasmo le respondió
- Faltan exactamente diez días para el cumpleaños del Rey.
Don Bruno no emitió sonido alguno, mientras intentaba resolver cómo saldría de aquel nuevo aprieto al mismo tiempo que se preguntaba por qué tenía él sólo toda la mala suerte del reino.

- Bueno, estaremos esperando entonces noticias suyas. ¡Hasta luego! - se despidió la mujer con el palo de amasar, mientras el grupo entero desaparecía entre los árboles.

- ¡Lo que me faltaba! - Se quejó el desafortunado herrero – Como si no tuviese cosas que hacer, ahora también debo pensar en un obsequio para mi enemigo. Y el mismo debe ser bonito y debe estar hecho de madera, o sino este grupo de locas vendrá a buscarme de los pelos junto con el seguramente gigante, musculoso, amargado y malhumorado guarda parques.
- Debería entonces tomar el castillo antes de la mencionada ceremonia de cumpleaños – reflexionó al tomar nuevamente el hacha y seguir cortando el árbol - De esa manera, como nuevo Rey de Locordia, podría encargarles dicha tarea a mis nuevos súbditos reales.

Unos cuantos hachazos más adelante, el pequeño árbol fue finalmente derribado, desplomándose en el suelo.

- ¡Listo! - exclamó orgulloso, secándose el sudor del rostro – Ahora, a continuar con el plan. Debo apresurarme, pues me quedan tan solo diez días para apoderarme del castillo. ¡A trabajar!

miércoles, 10 de octubre de 2018

Don Bruno Peperulo - Capitulo 4



- Capítulo 4 -


Poco a poco, comenzaron a hacerse presente los tenues ruidos nocturnos que, con cada ocaso, decoraban el frondoso bosque de Locordia. Junto a la alegre música que esa fresca noche brindaba el Castillo Real en semejante evento, los grillos comenzaban a acompañar dichos acordes con los propios, así como las luciérnagas iluminaban tímidamente los arbolados y oscuros alrededores del salón. 

En tales circunstancias, y dada la manifestación de guardias que había presenciado, el buen Peperulo había decidido posponer sus planes de conquista para disfrutar de aquella velada y sacar el mayor provecho de la situación. Dicha noción fue acatada justo antes de que frente a sus ojos pasara un sirviente paseando una bandeja repleta de exquisitos bocadillos.


¡A eso me refería! ¡Voy a comer hasta reventar! - Pensó inmediatamente, mientras terminaba de recorrer el lugar con la mirada.


Se trataba de un enorme y lujoso salón, iluminado por cientos de candelabros dispuestos a lo largo de cada columna, y otro tantos colgando del altísimo y decorado techo. De igual manera, miles de arreglos florales recorrían el lugar de punta a punta, aromatizando el momento.

Así como en el exterior de la inmensa sala, dentro de ella se podían divisar guardias por todas partes. Bruno había llegado a contar dos guardias por cada puerta. Cada entrada y cada salida. Uno más por cada columna, y otro por cada mesada repleta de manjares. Casi podía adivinar que habría uno más por cada adorno en la decoración, sin contar los que deambulaban por el lugar sin una posición aparente. Y, al menos basándose en sus expresiones, ninguno parecía estar de buen humor.



Me parece que hoy me voy a tomar un descanso con todo este asunto de tomar el castillo - pensó Bruno para sí mismo - Pero dado que ya estoy acá dentro... -  el estómago se le retorcía de hambre mientras que se relamía de antojo, al ver un mozo entrar al salón con una bandeja repleta de empanaditas medievales de jamón de cerdo, queso de cabra y mayonesa. Las favoritas del hambriento herrero.



Sin perder más tiempo, se dirigió con paso ligero hacia aquel mozo, cruzando por el medio de la pista de baile en la que las doncellas daban vueltas y vueltas al compás de la Orquesta Real, que se encontraba tocando las baladas más populares del pueblo sobre un pequeño escenario al final del salón.



¡Los bocadillos estaban deliciosos! No podía parar de meterse una tras otra esas exquisitas delicias en la boca. 



- ¿Hay más bocaditos de jamón y queso? - Con sus cachetes por reventar y mayonesa saliendo de sus oídos, le preguntó a un mozo que por allí pasaba



Apenas se pudo entender lo que decía, ya que las migas que salían despedidas de su boca, entorpecían la pronunciación.



Me temo que no, señorita. Al menos por el momento - Le contestó el mozo muy cortésmente, esquivando los trozos de cerdo que salían expulsados al hablar como una ametralladora de jamón - Pero si tiene paciencia, en muy poco tiempo estaremos trayendo más de la cocina.



Mientras el estómago del herrero festejaba feliz por la buena noticia, su ambicioso cerebro comenzaba a confeccionar un improvisado plan para lograr su verdadera meta. A su vez, intentaba forzar por la garganta toda esa pelota de comida que se había amontonado en la boca, como si quisiese transportar elefantes por la tubería de agua.



Toda esta servidumbre va a ir y venir de la cocina del castillo durante toda la fiesta. Si tan sólo pudiese pasar como un mozo más, tendría entrada libre y gratuita para esconderme en la cocina, ¡Y comerme así todos los bocadillos de jamón y queso! - pensó, soñando, saboreando con la imaginación todos aquellos manjares, hasta que su más ansiado propósito vio la luz:

¡Podría esconderme allí, hasta que todos se encuentren durmiendo, y tomar así finalmente el castillo!

Se tomó entonces, mientras terminaba de elaborar su nuevo plan, unos segundos para mirar a su alrededor. No observó más que guardias y más guardias; Guardias a pie, y guardias a caballo;
Guardias con espadas, otros con lanzas, boleadoras, tridentes, y unos cuantos más con intimidantes hachas.
El más pequeñito de todos esos guardias le llevaba otro Bruno de diferencia en altura al herrero, mientras que el más flacucho de ellos se encontraba levantando un caballo real, con una sola mano, mientras que unos sirvientes le revisaban las herraduras.
El panorama era desalentador, pero Bruno se dijo a sí mismo.



- ¡Es mi oportunidad ¡Tengo que utilizar mi disfraz!



Con los sentidos activados en busca de un plan, oyó a una señora mayor quejarse, asegurando que los bocadillos tenían un sabor raro. Y aunque Peperulo estaba en total desacuerdo, tales palabras le encendieron al herrero la antorchita de las ideas.

Se dirigió entonces a una de las tantas mesas repletas de manjares, y muy disimuladamente tiró un insecto en la comida. Luego, con mucha paciencia, esperó que las quejas se hiciesen presentes. Minutos más tarde, al comenzar a circular el rumor del insecto en los alimentos, se le acercó a un mozo, y con mucha clase y sofisticación le transmitió un mensaje.



Disculpe, mi querido compañero. Soy de la asociación inter-reinos de inspectores del orden y la limpieza en las cocinas, y me ha llegado el rumor de que se encontraron bichos en la comida. He tenido la suerte de probar esos manjares, y la verdad es que me daría mucha lástima que la asociación interviniera para clausurar la cocina del castillo. Seguramente, a su majestad eso le molestaría mucho, y le traería muchísimos inconvenientes. También estoy segura que con una discreta y anónima visita mía para inspeccionar el lugar, podría terminar este tema ahora mismo, y usted podría ser el afortunado en haber evitado mayores inconvenientes. Y por eso, claramente, podría ser usted recompensado de alguna forma. Estoy más que segura que todo esto no fue más que un incidente aislado, y podamos cerrar el tema ahora, inmediatamente.



Ante tanto palabrerío, y ante la aparente urgencia del tema, el mozo accedió a escoltarla hasta la cocina. Al ver que su complejo vocabulario estaba convenciendo al mozo, Don Bruno prosiguió.



Una vez en la cocina, le pediré que se vuelva de inmediatamente abananado al salón, y dé aviso de que el problema ha sido resuelto. En concordancia olorapatus, usted evitará que el problema tome zapallitancia. No es la primera vez que inspecciono esa cocina y sus flatulencias, por lo que ya conozco la salida. Yo misma me encargaré de cuantificar el asunto.



El mozo, por temor a quedar como un completo ignorante, dio por hecho que la supuesta inspectora estaba en lo cierto. Apresurado, la acompañó hasta la salida. Sin embargo, un guardia los detuvo bloqueando el paso de la puerta hacia el castillo. Pero Bruno ya tenía el secreto del éxito.



Disculpe señor, pero al parecer, un ornitorrinco perezoso paralelepípedo contrajo nupcias con un guazuncho eructón - dijo Bruno convencido, en secreto, con carácter urgente y sin entender ni una palabra de lo que él mismo decía



¿Y es eso grave? - preguntó el guardia preocupado.

- ¡Gravísimo! - respondió el mozo.

- ¡Ultra gravitaorio! - agregó Bruno. 

El guardia, que no había entendido nada, se hizo inmediatamente a un costado y les abrió la puerta.

Entonces, el humilde herrero vio allí afuera, en la penumbra de la noche, iluminado por la tenue luz de la luna llena, el castillo del reino de Locordia con sus puertas finalmente abiertas y mozos entrando y saliendo de él libremente. El éxito se encontraba a pocos metros. 



- ¡Vamos! - le exclamó el mozo, ansioso por solucionar el incidente del insecto en la comida. Lo tomó del brazo al disfrazado Peperulo y juntos se encaminaron hacia la cocina, Pero afortunadamente, Bruno recordó un detalle importante.



¡Momento! - exclamó - Debo ir por mis pertenencias. En ellas se encuentran mis anotaciones como miembro del comité de cocineros y las necesito para solucionar este inconveniente.



Bruno se dio cuenta que, si dejaba sus pertenencias en la fiesta, alguien notaría su ausencia y de ese modo lo buscarían por todas partes. Incluyendo la cocina. Y entonces estaría más que frito.



- ¿No dijo que era miembro del comité de inspectores?

Si, si. Eso mismo dije. Del club de lectores - se corrigió al instante, aunque sin mucha exactitud.



Afortunadamente, la urgencia del problema y la falta de atención de Bruno confundieron tanto al mozo que éste hizo caso omiso a las pavadas del herrero.



- Esta bien, vaya a buscar sus pertenencias, ¡Pero rápido! ¡No hay tiempo que perder!



¡Enseguida vuelvo! - le gritó al mozo mientras retornaba al salón, y luego le explicó al guardia de la entrada el motivo de su regreso, para asegurarse que lo dejaran salir nuevamente.


Vaya por sus pertenencias, aquí la espero - le respondió éste muy servicialmente mientras apoyaba su lanza en el piso tras desbloqueando el paso.



Bruno no podía creer la suerte que le acompañaba esa noche dado que se encontraba a tan solo unos minutos de llevar a cabo su plan.

Con paso ligero se dirigía hacia la entrada en dónde había dejado su cartera medieval. Se encontraba cruzando la pista de baile en el centro del salón cuando de pronto sintió un ligero frescor en el cuerpo. La música que sonaba alegremente en el escenario se detuvo repentinamente, al igual que el continuo murmullo que predominaba en el ambiente. El estremecedor silencio que de pronto se adueñó del lugar paralizó al señor Peperulo. Inmediatamente supo que algo no estaba bien cuando se percató que todas las miradas se dirigían a él.

Entonces detuvo la marcha y con mucho esfuerzo tragó saliva y dio media vuelta, para encontrarse con que la punta de su vestido había quedado atrapada entre el piso y la lanza del guardia en la salida. Junto con el vestido que lo abandonó allí a lo lejos se había quedado también la peluca, enredada entre las telas, quedando el nuevo enemigo del reino al descubierto, en medio de un salón rebalsado de corpulentos y agresivos guardias armados hasta los dientes.
- No es lo que parece… - comenzó a defenderse automáticamente Bruno, aunque en menos de lo que tarda un pestañeo, y al grito de "¡Enemigo a la vista!", tenía a la mitad de los guardias del salón encima, mientras que la otra mitad intentaba treparse a la montaña de músculos y armas reales que se había formado sobre el aplastado cuerpo del herrero.

Volaron puñetazos, sillazos, empanadazos e instrumentazos musicales.



Ya no se entendía que brazo era de quien, ni cuantas piernas tenía cada uno. Ante la falta de flechas de los arqueros reales, una gallina medieval que por allí pasaba fue lanzada por los aires, picoteándole el cachete a un guardia, quien revoleó su espada, cortando unas sogas que sostenían una gran cortina que terminó cayendo sobre le pila de servidores reales.


- ¡Qué no se escape! – se oían los gritos.

- ¡Necesito ayuda para treparme! – exclamó un guardia desde abajo.

- ¡Estoy muy alto! – gritó el de arriba de la montaña.
- ¡Gerónimooooo! – Gritó uno que se había colgado del candelabro y saltó sobre la torre de guardias.
- ¡El que tira la torre pierde! - Gritó otro que miraba desde afuera.
¡Agárrense fuerte! - Gritó un corpulento custodio real de ciento cincuenta kilos que corrió con todas sus fuerzas hacia la montonera. Al embestirla, todos volaron por los aires, incluyendo a Bruno, quien había quedado en ropa interior. El pobre cruzó el salón completo por los aires.
- ¡El intruso es mío! – Entusiasmado, el capitán de futbol medieval del Reino de Locordia recibió al herrero volador con un furioso y profesional puntapié con el que lo sacó disparado del salón por un enorme ventanal. Así fue entonces como, al grito de "¡Mi colita!", el enemigo del Rey cruzó el bosque de Locordia por encima de los árboles.

Varias horas más tarde, Don Bruno se encontraba en su taller descansando tras su rotundo fracaso.

Recostado en su precaria cama y con la dolorida cola hacia arriba, el herrero se lamentaba el haber estado tan cerca de lograr su objetivo y juró prestar más atención la próxima vez.

- Cuando me recupere voy a intentar llevar a cabo una reunión comercial con el Rey para lograr mi meta – se decía a sí mismo - Al menos parece ser un tema más tranquilo y pacífico. Después de todo, si planeo bien mi próxima jugada… ¿Qué podría salir mal?








viernes, 28 de septiembre de 2018

¿Quién es MacMan?

Desde hace cientos de años, nos hemos acostumbrado a escuchar noticias de bombardeos, guerras,  terremotos, contaminación, robos, tsunamis, discriminación, lucha por derechos...pero ahora también empezaron a aparecer los ataques digitales, cibernéticos y virtuales. Lo que nos faltaba ¿no?...gente que ocupa todo su tiempo y capacidad en elaborar maléficos planes para derrotar imperios cibernéticos, conquistar el reino virtual o, simplemente para entretenerse cuando están aburridos. ¡Muy loco!

Seguramente, en este preciso instante, mientras vos lees este articulo, en algún recóndito, oscuro, desolado, sucio y mal decorado cuartel se encuentra un grupo de villanos planeando su próximo ataque. Y vos ni enterado, hasta que ZAS! Te quedás sin internet o te hackean la cuenta de Twitter.


Gracias a años de investigación y rastreo, actualmente las zonas afectadas por supervillanos son fácilmente  detectadas y desmanteladas, generalmente por superhéroes; seres de otros planetas, hombres con fuerza completamente inverosímil o  multimillonarios con tiempo libre, que con precisión y rapidez cercan el área, ingresan en el recinto y logran detener a todos los involucrados. En cuestión de minutos tienen todo resuelto…es fantástico. Pero hay ocasiones en que, al igual que un virus, las organizaciones del mal mutan, le van buscando la falla al sistema, se van haciendo invisibles. Hoy nos encontramos enfrentando uno de esos casos.

¿Cómo resolverlo? Nada sencillo. Estas son las misiones más dificultosas, ya que requieren la intervención de alguien que tenga otros recursos, alguien que tenga bien claro su propósito de vida, y que éste sea más fuerte que cualquier plan villano.

Afortunadamente para todos nosotros, ese hombre existe y está convencido de que es el momento justo para darse a conocer, salir del anonimato y contar su historia, qué lo motiva a sumergirse en este mundo de redes de hackers, cuál es su principal móvil. Claramente no busca fama ni reconocimiento, no espera que se le hagan monumentos ni le dediquen canciones…su meta, su objetivo, su mayor aspiración es algo muy real y a la vez, muy ambicioso de su parte…este nuevo héroe que surge de las masas lo único que quiere lograr con su trabajo en este rubro, es llegar a fin de mes. Así como mucha de la gente que lo rodea, este hombre pelea día a día contra las fuerzas malignas del gasto fijo, en la mítica guerra entre ingresos y egresos, y con la esperanza de lograrlo, se adentra en el misterioso mundo nocturno, donde hoy, comienza a gestarse un maléfico plan en el que el mundo entero se ve afectado.

De día, operario en una monótona fábrica de tornillitos. 
De noche, lucha incansablemente contra el mal. 
De madrugada, anima los episodios de #YouTube, edita sus tutoriales, arma las imágenes de sus redes sociales, escribe notas para su blog, se toma unos mates....
¿Dormir? Éste hombre no conoce ese término.

Ya sin más, es momento de decir su nombre y que empiece la aventura; MacMan, te necesitamos!





Seguí a este héroe poco convencional y ayudalo a resolver el misterioso caso que amenaza con el entretenimiento mundial vía streaming de video, en la temporada 1 de MacMan - Amenaza Global
Con tu ayuda, con la ayuda de su público, MacMan podrá ganarse el respeto y confianza de sus superiores en la agencia internacional de superhéroes en la que fue recientemente reclutado. Tras dicho honor, podrá recibir por parte de la institución los artilugios tecnológicos, informáticos, refuerzos y hasta dinero de viáticos que el protagonista requiere para cumplir con su misión.

MacMan se armó de toda cuanta red social pudo para buscar el apoyo del público. En su blog personal, vas a poder encontrar el relato, episodio a episodio, de su aventura para desmantelar el complot mundial que amenaza con eliminar el streaming de video. En un apasionante y casero formato literario. A su vez, encontrá reflexiones suyas, acerca de la vida misma, entrevistas, y mucho contenido extra !


Seguí la aventura también en su canal de Youtube, donde también vas a poder ver los tutoriales que hace, siempre pensando en la gente, en respuesta a las preguntas que sus seguidores le hacen por medio de las redes sociales. Siempre tratando de ayudar al prójimo. Además, enterate qué hace el héroe en su escaso tiempo libre viendo los extras de su canal.


¿No te alcanza tanto material extra? seguilo entonces en Twitter, Instagram, Facebook, Google+ y Taringa.  ¿Qué podes encontrar ahí? La pregunta es qué NO podes encontrar. Bueno, claramente no vas a encontrar el croquis del block del motor de un transbordador espacial. Por ahora. Pero si vas a ver fotos inéditas del héroe, premios y galardones, juegos, y mucho más.
¡Seguilo, enterate, compartí, comentá y participá!

#MacManOficial